Ayer mismo sacamos esta foto en una de nuestras cepas más veteranas. Sólo con verla dan ganas de echarse la manta encima y seguir contemplando admirando el paisaje desde el interior de la bodega. Pero estos fríos (nieblas, heladas, nieves,...) tan propios de estas fechas resultan más que importantes: son trascendentales para el desarrollo de la planta y para que, en las estaciones venideras, obtengamos una estupenda calidad en nuestras uvas. Ese 'palabro' (¡¡que horror de término!!) técnico que designa el número de horas de frío necesarias para el correcto transcurrir del ciclo vegetativo de las plantas es vernalización.
¿Y qué tiene de bueno esto de lo gélido para nuestras viñas? Pues mucho:
- El frío antes de la brotación (que llegará allá por abril) es la mejor manera de luchar contra las plagas de ácaros, parásitos, hongos y otros animales.
- La nieve, que seguro llegará en breve por estos lares, aporta las reservas hídiricas necesarias para el desarrollo de la cepa en primavera y verano y para que, en caso de extrema sequía como la padecida en la última cosecha 2011. la planta pueda subsistir.
- Las temperaturas continuas por debajo de 10ºC provocan que no haya movimiento de savia, que la viña esté parada y, por lo tanto, podamos llevar a cabo la llamada poda de invierno (en el próximo post de esta 'Voz de la Finca' hablaremos de ella...).
- Estas condiciones hacen que la tierra se descompacte, lo que permite que más fácilmente penetre el oxígeno, la humedad, etc. hasta las raíces de la planta.
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