Siempre es recomendable visitar nuestros viñedos. Cualquier época del año muestra el particular encanto de estas privilegiadas tierras de Rioja Alavesa bañadas por un mar de vides. Pero, sin duda, el espectáculo visual que nos regala el otoño es, sin duda, mágico. Efectivamente. Una mezcolanza de armoniosos y encandiladores tonos rojizos tiñen durante esta época las hojas de las vides. Es el dorado símbolo que, cíclicamente, se repite todos los años. Ha acabado la vendimia. Ha llegado el otoño.
Esta transformación nos sirve de colorida excusa para hablar de la relevancia de las hojas, uno de los órganos más importantes de este arbusto llamado vid. Y es que su labor resulta imprescindible al llevar a cabo funciones vitales como la transpiración, la respiración o la fotosíntesis, un proceso esencial para la síntesis de los azúcares necesarios para su desarrollo y para la posterior maduración de la uva.
Y es que, a partir del oxígeno y el agua -tan escasa por cierto este año- se conforman las moléculas de las azúcares, ácidos, etc. que se irán acumulando en primavera en las bayas de la uva, proporcionando los caracteres para la determinación de las variedades y de su sabor. La clorofila, esa sustancia verdosa que inundado, primavera tras primavera, hectáreas y hectáreas de hojas y de viñedos, es la encargada de atraer a los rayos solares y extraer toda la energía que requieren los diferentes procesos.
Por cierto: la parte más importante de la hoja se llama limbo... Por algo será.
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