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I+D
Una incursión en la viticultura ecológica

Reconozco que, desde que empecé a dedicarme a la viticultura de forma profesional hace 21 años hasta hoy, he ido evolucionando en mi forma de entender las cosas. En ocasiones, incluso he llegado a arrepentirme de alguna decisión que tomé en el pasado y que, en su momento, me parecía razonada y hasta razonable. Me importaba muchísimo el viñedo en sí pero no tanto lo que le rodeaba: entorno, paisaje, ambiente, cursos de agua, árboles, fauna y flora autóctona, suelo, topografía, setos, ribazos, edificaciones antiguas, etc. Hoy en día me importa y me preocupa todo muchísimo porque considero que el viñedo debe considerarse como un verdadero ecosistema y no como un conjunto de vides inconexo. Diría yo que, de alguna manera, he virado hacia lo “verde” hasta tal punto que los criterios de sostenibilidad, la conservación del patrimonio natural y la obtención de una uva sana y saludable constituyen gran parte de mis principales preocupaciones. Hace ya unos cuantos años, casi todos los que nos dedicábamos a actividades agrícolas nos comportábamos un poco como depredadores no tolerando la presencia ni de vegetales ni de animales que pudieran suponer el más mínimo peligro para nuestras vides y nuestras uvas o que pudieran ocasionarles algún tipo de competencia por pequeña que fuera. En los viñedos sólo se veían cepas y nos gustaba tenerlos totalmente limpios y desprovistos de vegetación espontánea. Para ello, el laboreo era continuado y la aplicación de herbicidas hasta desmesurada. En cuanto a plagas y enfermedades, eran totalmente proscritas y en cuanto se detectaba su presencia, por ligera que fuera, cargábamos la artillería (=fitosanitarios) y a por ellas. Queríamos tener todo impoluto y quien no lo tuviera no era considerado buen viticultor. Así era la viticultura INTENSIVA o convencional. Poco a poco se fue avanzando y se dejó de lado la viticultura convencional para dar paso a una viticultura RAZONADA. Comenzó a hablarse, a partir de entonces, de los “umbrales de tratamiento”, es decir, se comparaba el coste económico de la aplicación de un producto fitosanitario con la pérdida de cosecha que pudiera ocasionarse caso de decidir no aplicarlo. Si la pérdida superaba al coste del producto y su aplicación, se aplicaba. En caso contrario no. Pero en la comparativa de costes sólo se consideraban los de índole económica. No se tenían en cuenta otro tipo de costes como pudieran ser los medioambientales o los relativos a la salubridad de los productos obtenidos (uvas y vino) y a la del personal que trabajaba en los viñedos o del que andaba por las proximidades. Se avanzó un poco más y surgió el concepto de viticultura INTEGRADA, es decir, el manejo del viñedo como un ecosistema integral. No están prohibidos los productos fitosanitarios pero se emplean con conocimiento de causa, por personal adiestrado, en dosis y momentos adecuados y cuando no exista otra alternativa posible más inocua. En este contexto, se consigue reducir muchísimo el consumo de fitosanitarios convencionales y su impacto negativo, pero se siguen utilizando. Cierto es que los que van quedando o los nuevos que se desarrollan son, cada vez, de perfil menos agresivo. Además, existen alternativas biotecnológicas para el control de ciertas plagas que permiten no tener que recurrir, por ejemplo, a insecticidas. A modo de ejemplo de estas alternativas que venimos empleando desde hace unos años podemos citar la confusión sexual para el control de la polilla del racimo en Rioja y de la cochinilla algodonosa en Rías Baixas y la suelta de insectos depredadores de otros insectos parásitos. En este contexto de viticultura integrada, el mantenimiento del suelo con cubierta vegetal constituye una técnica ventajosa ya que permite aumentar la biodiversidad (vegetal y animal) dentro de los viñedos y conocido es que a mayor diversidad, menor es la sensibilidad de los ecosistemas a cualquier agresión externa. Pues bien, atendiendo a estas premisas, algo más del 30% de la superficie total de nuestros viñedos la mantenemos actualmente con cubierta vegetal, permanente o temporal. Pero queremos avanzar un poco más y, para ello, este año manejaremos un par de parcelas siguiendo las pautas de la viticultura ECOLÓGICA. Hemos elegido para tal fin una parcela de 6 hectáreas en Rioja, concretamente en nuestro viñedo “La Pedriza” (Garnacha Tinta) y otra de 10 en Ribera del Duero en nuestro viñedo “Áster” (Tempranillo). Además de lo comentado en el caso de la viticultura integrada, pretendemos no emplear ningún producto fitosanitario de síntesis, ni herbicidas, ni acaricidas, ni fungicidas ni insecticidas. Recurriremos exclusivamente a cobre y azufre para el control de mildiu y oidio respectivamente y a extractos de hongos, algas y vegetales para otro tipo de patologías. Obviamente, caso de necesitar aplicar algún fertilizante, será de tipo orgánico. Pretendemos aprender y ver cómo repercute en nuestros viñedos, uvas y vinos la no utilización de productos fitosanitarios convencionales. Seguro que va en beneficio de todos.

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