Desde siete u ocho días antes, los hombres -y mujeres- del tiempo venían pronosticando temperaturas mínimas para los días 27 (Nuestra Señora de Montserrat) y 28 (San Prudencio) de abril de hasta -2 ºC en Rioja y -3 ºC en la Ribera del Duero. Mirando el verdor de los pámpanos de las cepas y contando los racimos que ya eran bien visibles en Rioja, pensábamos todos y deseábamos... “¡Ojalá se equivoquen como hacían antes”!
La Virgen nos libró el primer día. Madrugué para viajar a Madrid y en ningún punto del trayecto la temperatura descendió por debajo de los 2 ºC. Además, veía que las ramas de los árboles se movían zarandeadas por el viento, el mejor aliado del viticultor en noches de riesgo de heladas. “Parece que vamos a librar”, iba pensando. En cuanto se hizo de día llamé a Félix, nuestro capataz en Áster, para ver cómo había sido la noche por la Ribera. “Por hoy, hemos librado”, me dijo con tímida satisfacción.
[caption id="attachment_4481" align="alignleft" width="300"] Foto de nuevacuatrouno.com[/caption]
Pero San Prudencio fue implacable. Cuando regresaba entre dos luces de Madrid, al pasar por Aranda de Duero el termómetro del coche marcaba ya tan sólo 1ºC, el cielo estaba completamente despejado y además había una total quietud en la atmósfera. “Mal pinta ésto”, pensé, “pero bueno, Eolo es caprichoso y quizás le dé por soplar”. Pero en esta ocasión no le dio por esas.
Toda la noche estuve aguzando el oído tratando de escuchar el sonido de un viento protector, pero por mucho que me esforzaba no oía nada. Todo era calma.
En cuanto me levanté, bastante antes de lo habitual, escudriñé Internet para ver qué temperaturas habían registrado las estaciones climáticas más próximas a nuestros viñedos. Tan sólo la de Ausejo, cercana a La Pedriza, marcaba valores positivos. En las demás de Rioja (Rodezno, Cenicero, Haro, Labastida y Páganos) se veían valores negativos y en la de Áster, muy negativos.
Aún así, todavía albergaba alguna esperanza: “¡Que no salga el sol, que no salga el sol!”. Pero, en esta ocasión, Lorenzo tenía prisa por salir y parecía quererse levantar más rápido que lo habitual. Y a medida que se levantaba, los pámpanos ennegrecían y doblaban la cabeza. De camino a Haro, desde la carretera ya se vislumbraba el desastre, especialmente en cuanto crucé el río Najerilla.
[caption id="attachment_4482" align="alignright" width="300"] Foto de martinezcarra.es[/caption]
Llamé a todos nuestros capataces y poco a poco me fueron dando el parte de guerra:
-Pedro me decía: “En La Pedriza hemos librado”.
-Vicente comentaba: “En La Cuesta y en El Chaparral no veo nada helado. En Montecillo, algún pámpano salteado”.
-Richard apuntaba: “En algunos rodales de Los Cuartos ha pegado fuerte. En La Santa y en Las Laderas, poca cosa”.
-Calisto me escribía por whatsapp: “En las hondonadas de Torre de Oña ya hemos vendimiado”.
-Floren se resignaba: “En todas las parcelas de Rodezno y de Labastida se ve mucho helado pero pienso que en breve se verá mucho más”. Acertó en el pronóstico.
-Félix, más acostumbrado a estos bretes, me contaba con aplomo castellano: “Toda la Ribera está arrasada. No recuerdo nada igual”. Obviamente, Áster corrió la misma suerte.
[caption id="attachment_4483" align="alignleft" width="300"] Foto de noticiasdelarioja.com[/caption]
Al cabo de unas pocas horas, los viñedos más afectados estaban, como decía uno de mis abuelos, “como una boina” por lo negro de los pámpanos.
A día de hoy, casi un mes después, en muchos viñedos, especialmente los más jóvenes y pujantes, comienza a verse “algo de luz” aunque es un espejismo, ya que hay vegetación, pero muy poca uva. Pero bueno, nos conformaremos si, finalmente, podemos contar con brotes de cierta calidad sobre los que podar en el próximo invierno.
Las viñas más viejas lo están pasando muy mal y algunas cepas no son capaces ni de retoñar. Veremos qué les ocurre a estas joyas en peligro de extinción.
A partir de ahora y durante varios años no quedará otra que trabajar (y gastar) mucho para tratar de recuperar la arquitectura de las plantas y sus estructuras productivas. La nueva uva que pueda surgir esta campaña, escasa, vendrá por añadidura. Quizás sea lo que menos importe en estos momentos
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