Como un puerto de montaña de categoría especial -ahora que La Vuelta pedalea sin cesar- está siendo la presente campaña vitícola. Dura, correosa, sacrificada, costosa y hasta penosa en algún caso. Pero ya vemos el final y la meta la tenemos al alcance de la mano. Si la campaña pasada estuvo marcada por la tremenda helada del día 28 de abril, que llevó al traste el 60% de nuestra cosecha potencial, la presente lo ha estado por las abundantes lluvias y por las fuertes tormentas ocurridas en los meses de junio y julio que vinieron acompañadas, en algunos casos, de pedrisco. Afortunadamente, el granizo no nos ha robado muchos kilos pero sí que nos ha dejado las uvas un poco feas en algunas parcelas. Y como la naturaleza se empeñaba en traernos este año una climatología más atlántica que mediterránea, también trajo consigo una enfermedad que normalmente suele traer a mal andar a los viticultores que cultivan viñedos próximos al mar y no tanto a los de tierra adentro. Me refiero al mildiu. Las lluvias de mayo y principios de junio ya hicieron temer lo peor, máxime teniendo en cuenta que los viñedos no estaban protegidos porque estábamos disfrutando de una primavera muy bonancible. Las temperaturas muy suaves e, incluso, más bajas de lo habitual se convirtieron en nuestro mejor aliado impidiendo que no aparecieran síntomas de la enfermedad. Pero el enemigo andaba acechando sigilosamente y, en cuanto tuvo ocasión, atacó con una severidad inusitada y desconocida en nuestras latitudes llevándose por delante la producción de algunos viticultores que se habían confiado en exceso porque no encontraban las típicas “manchas de aceite” en las hojas. Por suerte, las lluvias pararon el día 13 de julio y durante 40 días no volvieron a hacer acto de presencia. Este hecho, unido a una correcta planificación de los tratamientos fitosanitarios y a unos arduos, intensos y continuos trabajos de manejo de vegetación ha permitido que, en nuestra casa, hayamos llegado a estas alturas de año sin mermas en la producción y con una uva totalmente sana. Hoy mismo, día 12 de julio, concluiremos los trabajos de aclareo de racimos en las parcelas más tardías y ya no nos quedará otra cosa que esperar a que llegue el momento de iniciar la vendimia. Me gusta la uva de nuestros viñedos y me transmite buenas sensaciones pero necesitamos, como 'agua de mayo', que el tiempo acompañe para que madure en condiciones y podamos escoger el momento idóneo de vendimia en cada parcela. Si ésto ocurre, entonces sí que levantaremos los brazos en señal de victoria porque habremos alcanzado la meta. Por el momento…. sólo la vemos.
Enoturismo
¡Ya vemos la meta!
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